ASPECTOS FUNDAMENTALES SOBRE LAS CRISIS CONVULSIVAS
La mayoría de las crisis convulsivas están provocadas por descargas eléctricas anómalas que se producen en el cerebro o por desvanecimientos (reducción de la irrigación sanguínea cerebral). Los síntomas pueden variar en función de la parte del cerebro implicada, pero suelen incluir sensaciones fuera de lo común, espasmos musculares incontrolables y pérdida de la conciencia.
Algunos niños de menos de cinco años presentan convulsiones febriles, que pueden ocurrir cuando tienen una fiebre moderada o alta, generalmente a partir de 38°C (100,4°F). Por mucho que pueda aterrar a un padre, este tipo de convulsiones suele ser de corta duración y en contadas ocasiones provocan problemas graves, de larga duración o que puedan poner en peligro la vida del afectado, a no ser que la fiebre se asocie a una infección importante, como la meningitis.
¿QUÉ HACER CUANDO UN NIÑO CONVULSIONA?
Cuando un niño tiene una crisis convulsiva, se le debe colocar sobre el suelo en un área segura, preferentemente acostado sobre el lado derecho. Aleje de su hijo los objetos cercanos. Aflójele cualquier pieza de ropa que lleve alrededor del cuello o de la cabeza. No intente mantener abierta la boca del niño o colocarle un objeto entre los dientes, ni intente agarrar o retener al niño o impedir que se mueva. Una vez haya concluido el episodio, tranquilice y proteja a su hijo con suavidad y delicadeza. Es mejor que los niños permanezcan acostados hasta que se hayan recuperado por completo y les apetezca moverse por propia iniciativa.
Inmediatamente después de un episodios convulsivo, los niños suelen estar cansados, confusos o incluso agotados y pueden caer en un sueño profundo (durante el período postictal o posterior a la convulsión). No intente despertarlo si respira con normalidad. No pruebe alimentarlo u ofrecerle bebida hasta que se despierte y esté alerta.
Lo más pertinente que es después de este suceso se lleve al paciente a donde el doctor.
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